viernes, 21 de julio de 2017

Gloria o manicomio



U
n día, quizá provocado por un ataque de sinceridad bañado con incontables palomitas de anís del Mono, Borges confesó en la barra de un bar haber cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer, que no es otro que el no haber sido feliz. En verdad, el escritor argentino nunca necesitó del alcohol para deleitar al personal con sus sesudas y trascendentales citas, pero me hubiera jugado con él un plato de ravioles o risotto, hasta uno de esos dulces de leche que tanto le gustaban, que de haber escuchado en ese momento el Gloria o manicomio del Osombroso y sonriente folk de las badlands, la frase hubiera sido más cantinera pero igual de lapidaria, aunque seguro habría dulcificado el acento porteño con una poquitilla de mala follá
La banda en acción

No sé si Antonio Travé Mesa, “Oso de Benalúa” e Isaac Fernández Cruz, transformados por obra y gracia de los lápices de el Ciento en Clint Eastwood y su amigo Buddy Van Horn, estarán de acuerdo conmigo, pero andando como anda la pocilga de mierda hasta las asas, me sobra toda la erudición de Borges y me basta una sola estrofa de Isaac para incendiar mi ánimo como si cada palabra fuera un buche de bourbon.

Esta “especie de ópera western”, como ellos mismos se encargan de bautizar, al igual que El genuino mambo de secano –recopilatorio de sus anteriores trabajos- comienza con aires de Morricone, pero sin pretensiones ni ínfulas, como si  el espíritu del bueno de Bud Spencer sobrevolara Bejarín haciendo looping entre los álamos al son de la mandolina de Francisco Molina.

Con el segundo tema de esta cara A (La astrofísica y el hojalatero) empujamos las puertas batientes del saloon atraídos por la alegre melodía del piano de Raúl Bernal, nuevo en esta revuelta agrorradical, en la que se apoya una original historia de amores imposibles y explosivos.

Como en una de esas pelis que Sergio Leone rodada por estas tierras baldías, muy cerca de Benalúa, ahora es cuando todos en la barra levantan sus jetas del vaso de güisqui y se encaran con el forastero,  quien ni corto ni perezoso, dispara su visión de la vida inspirada en las novelas de Kurt Vonnegut y alguna que otra cita de Ralph Waldo Emerson. Y es que los de las badlands, pájaros viejos y avezados en el desconcierto musical granadino, han elegido atravesar el desierto con sus aires de frontera  en  ristre, a pique de caer  en barrena plana por esas ramblas y barrancos del demonio, para terminar muriendo con las guitarras puestas –sin remisión, gloria o manicomio-. Porque elegir adrede el camino más largo, no se hace por masoquismo ni por postureo. Se milita en el lado de los tarados y los visionarios por pura convicción moral, aunque “¡qué siete patas pa un banco!” si te dejas llevar por el Osombroso, donde pacen, además de los ya mencionados forajidos, Daniel Gominsky, dueño y señor de los pulsos y pálpitos de la banda con su bajo entre las manos y  Antonio Pelomono, quien completa el sexteto con el golpe percutor y certero de su batería y demás cachivaches.

Y aquí estamos ya a mitad de película, celebrando un poquito de electricidad en los temas, que no lo encontrábamos en su debut -salvo la colaboración de Perico de Dios, quien vino a confirmar la regla con su excepcional pulsación en la guitarra-, ya que esta banda no ha venido al mundo para cavar, sino para disparar, ya sea  un calipso playero bien pertrechado de la sabiduría popular del refranero, o una impecable balada que pareciera provenir de un garito perdido de Tennessee.

Merece una mención especial el cuarto corte de la segunda cara (La fiebre del oro), donde asoman sin pudor las influencias de Neil Young, para terminar por confeccionar una impecable composición con aires de psicodelia, muy en la línea de Elemento Deserto, otro de los proyectos musicales, aunque en inglés, en el que también andan enrolados los dos Antonios, Travé y Pelomono. No en vano, otro elemento de los Deserto, Tony Molina, ha metido la guitarra eléctrica del tema en cuestión.

Al final, espoleados por el violín y el sonido de los huesos, terminamos en el establo bailando y coreando el estribillo de El hombre que se bebió su mula, al que no tardaremos en convertir en un hit, tal vez a la altura de Anís del mono, aunque estemos poseídos de manera irremediable por la mala follá.
Aquí el autor del presente texto, sesteando con este fenomenal disco.

 http://elosombrosoysonrientefolkdelasbadlandsprovisional.bandcamp.com/album/gloria-o-manicomio