domingo, 13 de octubre de 2013

ENFADADO CON EL MUNDO

    Desde pequeño suelo fantasear mucho con ello: ¿cómo serían las cosas si yo no hubiese existido nunca?, ¿cómo sería el mundo?. Porque en mi mundo yo soy la pieza más importante, el único personaje imprescindible.

      Cuando eras un crío de ocho o diez años el mecanismo que te llevaba hasta la gran pregunta era bien simple. Bastaba que las cosas no te salieran como habías planeado y acto seguido agarrabas una buena pataleta de esas que te hacían sentir el más desgraciado y el más incomprendido. Entonces, de una forma sobrevenida, casi automática, tu mente se cerraba en banda y activaba el escudo antipersonas. Acto seguido te enfundabas la máscara de Darth Vader y desde el lado oscuro le declarabas la guerra al mundo, porque tú estabas enfadado con el mundo.

      Pero lo que me inquieta -más que preocuparme- son las secuelas que pudieron quedarme, las heridas que ya sólo me duelen cuando se acerca una de esas tormentas que vienen a descargar sus rayos y sus truenos justo en mi centro de gravedad.

      Cada vez que ahora, que ya eres todo un señor maduro, te empapas de problemas hasta mojarte por dentro, se siguen encendiendo en tu cabeza las mismas lucecitas rojas de alerta. Y no es que los sinsabores del presente te resulten mayores que los de entonces , pues igual de terrible puede ser, pongamos un ejemplo, un divorcio para un adulto, que las calabazas de María en el baile de fin de curso para un adolescente. Lo que te parece ahora un tanto pueril es que la reacción siga siendo la misma o parecida: te encierras en tu caparazón y fantaseas desde la autocompasión con la posibilidad de desaparecer de la faz de la tierra y que se las apañen sin ti.

      Evidentemente, no podría ser de otra manera, una de mis películas favoritas es el clásico de Capra “ It's a Wonderful Life” - “Qué bello es vivir“-. Por eso, en esos días en que me siento en el lado de los perdedores, me invade esa misma desesperación que experimenta George Bailey -James Stewart- que le lleva a plantearse el suicidio.

      Y lo piensas a veces, debe ser una reacción bastante normal que no debe preocuparte en exceso. Tienes que respetar la secuencia de tus mecanismos de defensa y está claro que para que se encienda la luz y suenen tus alarmas antes ha tenido que instalarse en tu cabeza esa inquietante desesperación. Aunque una cosa es lo que piensas y otra lo que terminas por hacer, afortunadamente.

      No se si me asiste un ángel de la guarda -aunque sea de segunda- como Clarence y con la misma ansiedad e incluso desesperación por conseguir sus alas, pero el caso es que siempre termino planteándome la sempiterna pregunta mientras seco mis ropas tras un nuevo fracaso: ¿cómo sería la vida sin mí?.     

    Entonces, mientras el vértigo de tus aciertos proyectados a la velocidad de tu mente mitiga tu dolor, mientras te lames las heridas imaginando la película de tu “no vida”, fuera, lejos del lado oscuro, alguien - aunque no sea toda la ciudad, aunque no sea todo el país, aunque no sea todo el planeta- está pensando en ti.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario